Desde cero - Taylor

Ya en la ciudad, tenía que ponerse a trabajar. Su hermana le había dado posada por unos días hasta que lograra conocer un poco de la ciudad, pero el convento no permitía que hubieran hombres en medio de las monjas, menos si eran familiares de una de las integrantes. Sin vergüenza alguna, dio con un refugio para desamparados gracias a las mujeres del convento. Esa era su realidad por el momento y esperaba que cambiara, pero por lo menos tenía el alivio de contar con una cama, comida y agua caliente. Lo demás tendría que agenciárselo, además que sabía que no le permitirían quedarse ahí eternamente.

Despertó temprano para salir a buscarse los frijoles, como se decía. Le habían dicho que el boulevard de la zona de Beverly Hills tenía muchos locales donde podrían necesitar lavaplatos, jardineros u otros oficios que Scott bien sabía hacer. Incluso se le daba bien la cocina, casera ante todo. Esperaba que cualquiera de sus habilidades pudiera ser útil a alguien y, sobre todo, a él mismo para hacerle acreedor de un trabajo digno. Se calzó en la ropa limpia que pudo conseguirle su hermana, proveniente de donaciones para casos como ese. No le estaba dando caridad a su hermano, sino a alguien que realmente lo necesitaba. Las botas eran suyas, un tanto desgastadas, pero enteras y limpias. Una camiseta blanca que le ceñía un tanto en el pecho y los jeans que, aunque cortos, la altura de las botas sabía cubrir, era lo que coronaban la tenida. La mañana no era fría, perfecta pues la chamarra que tenía disponible no estaba en tan buenas condiciones.

En el refugio le ayudaron a armar una hoja de vida. El conocimiento tecnológico de Scott era muy reducido en comparación con los citadinos, así que tenía que aprender de todo como si fuera un niño. Su hermana le había facilitado un móvil, de los viejos, pero recibía llamadas y podía mandar mensajes si le ponía algo de saldo cuando tuviera dinero. Era lo justo y necesario para ese momento. Poco a poco iba consiguiendo pequeñas cosas. La mañana no se le hizo sencilla. Muchas puertas en la cara, muchas negativas y ninguna luz de esperanza para haber pasado dos horas entre un local y otro. Había salido sin desayunar y el hambre comenzaba a ser inclemente con su organismo. Metió las manos para buscar algo de dinero, solo teniendo con el que se supone regresaría al refugio. Podía caminar, que no eran tantas calles, aunque no quería gastar de más su único par de botas. Tuvo que ceder a la biología y comprar una hamburguesa, de esas para niños, pues no le daba para más. Fue comiendo, tranquilo, acomodándose en una banca cercana.

Los lunes, por suerte, eran sus días libres. Lo malo era que venía de una sesión fotográfica del domingo que le había dejado más que exhausto. Pero eso no le impido poder salir a pasear con uno de sus cachorros, el cual había ido a buscar a casa de sus padres. La verdad es que los extrañaba demasiado y vivir en un apartamento que no permitía el que los tuviera con él todo el tiempo era algo que no podía soportar; pero se las apañaba de la mejor forma que tenía. Sinceramente aprovechaba estos paseos de lunes como si fueran lo último de su vida. Esa era la razón principal por la que se encontraba por aquellos lados, por ser uno de los pocos que podía estar con Spike.

Pero el cachorro no tenía intenciones de quedarse tranquilo, quizás motivado por el hecho de que hacía dos semanas que no tenían aquel paseo. Es que se le complicaba salir con ambos así que cada Lunes con cada uno. En parte se sentía un padre divorciado yendo a por sus hijos una vez a la semana. Eso le sacó una sonrisa y una risa por lo bajo que no duró mucho: su cachorro se le zafó de las manos y se dio por correr sin detenerse.

—¡Spike, detente!— Gritó al cachorro. Claramente este le ignoraba. —¡Hey, no, por ahí!— INtentó atraparlo, pero correr tras el animal cansado no era precisamente la mejor de todas las ideas. —¡Que te quedas sin postre hoy, joder!— Fue otra frase que no había hecho mella alguna en el animal.

Así que Taylor no tenía nada más que salir corriendo tras el mismo. Igual era divertido... y las caras de más de una persona le dedicaron esa mirada de "pobre" con pesar, como si creyeran que Taylor tenía
alguna especie de problema o algo por el estilo. Ignorando todo ello con una habilidad nata única en él, al final encontró a su perro. Estaba entre las piernas de un desconocido el cual parecía divertirse con Spike. Se acercó lo más aprisa posible. Su camisa estaba desarreglada, y su cabello despeinado completamente. Se encontraba un poco agitado, pero nada que no pudiera recuperarse con unas pocas inspiraciones.

—Espero que el cachorro no esté molestándote—. Indicó acercando, recobrando lentamente el aliento y demás. —Se llama Spike, por si quieres saber. Yo me llamo Taylor, un gusto... chico desconocido que me has ahorrado de correr más kilómetros que una carrera olímpica—. Bromeó, divertido, deteniéndose delante de su mascota y el desconocido. Esbozó una sonrisa de esas que dedica a todos.

Miraba los negocios a su alrededor con intensa calma. La vida del campo le había enseñado a no ser más apresurado de lo necesario. Habiendo visitado cada local sin mayor éxito, no tenía sentido hacerse un mundo en la cabeza, aunque todavía estuviera pensativo acerca de cómo sobrevivir otro día sin siquiera tener algo con lo que sostenerse a fin de mes. Suspiró dando otro bocado a la hamburguesa. No estaba tan buena como las que él hacía allá en casa, pero era bastante aceptable y cumplía la misión de aplacar su hambre. La comía despacio, mascando con paciencia en un intento de hacerla durar lo más posible. Era engañarse, pero tampoco mataba a nadie por eso.

Todavía sentía que le quedaba muchísimo por descubrir de la ciudad y aprender de ella, pero creía que estaba por buen camino. Primero se trataba de enfrentarse a las dificultades y encontrar la manera de salir adelante a pesar de todo. Su hermana había sido lo suficientemente explícita acerca de los peligros con los que podría toparse, y en especial de que las personas en esta parte del país no eran tan amistosas como en casa, donde todos se conocían, donde todos se ayudaban de manera desinteresada. Lo podía notar en el ir y venir de la gente, cada uno muy en lo suyo, como si su mundo fuera más importante que cualquiera. Pensaba en que tendría que enfilarse en esa clase de actitudes aunque sea un poco, pero se resistía inevitablemente. Quizás podría hallar una manera de no perder su manera de ser en esa jungla de asfalto, mas todo era posible a fin de evitar ser "comido" por otros. Un rayo de inocencia se vio frente a él en la forma de un pequeño y juguetón cachorro. Esos seres tan especiales con los que podía empatizar con facilidad. Los animales tenían un encanto y sencillez que hacían a Scott sentirse como en casa.

- Hola, enano ¿Te has perdido? - Siempre le hablaba a los animales, creyendo en su inteligencia y curiosidad. El cachorro apoyó dos patitas en una de las piernas de Scott, alzando el hocico hacia la hamburguesa - Llevas hambre... - Miró lo que estaba comiendo. Tras algunos segundos de duda, rompió un pedazo para dárselo al animalito. Rió de verlo entretenido con la comida. Notó el collarín que portaba y se acercó a revisarlo, pero solo tenía su nombre - Te llamas Spike. Yo soy Scott - Empezó a hacerle cariños sin levantarlo del suelo, que esperaba a que alguien se acercara, pues claramente tenía dueño. Levantó la mirada ante la presencia de una voz extraña. Sonrió y negó, sin dejar de acariciar a Spike - No, no me está molestando. Creo que solo quiere hacer un nuevo amigo - Se cortó en seco por darse cuenta que no se había presentado. Se limpió la mano derecha en su bolsillo trasero y la estrechó hacia el contrario - Se te había escapado, entonces. Me llamo Scott - Solía tratar de usted a las personas, mucho más siendo extrañas, pero su hermana ya le había dicho lo innecesario de eso, salvo que estuviera frente a una autoridad o alguien mucho mayor que él.