Experimento — Maskim.

¿Qué tantos planes podría tener Robbie un viernes por la tarde-noche? Según su padre, no muchos. O ninguno mejor dicho pues William, padre del muchacho, no había encontrado nada mejor que hacer que agendarle una clase privada a su hijo en una escuela de artes marciales. ¿La razón? Un par de semanas atrás había sido asaltado saliendo de la universidad.

Aunque Robert tenía cosa de dos años viviendo por cuenta propia en un pequeño piso seguía estando en constante contacto con su padre, yendo inclusive a comer un par de veces por semana con él. Había sido en una de esas noches cuando su padre se enteró del incidente y como solución, le dijo que lo mejor sería tomar clases de defensa personal.

Al final de aquella noche todo se había vuelto en un ir y venir de comentarios y objeciones, sin embargo de nada había servido toda aquella discusión pues justo en esos momentos Robbie atravesaba el umbral del local. Su padre había pagado unas clases para que el chico se convenciera a sí mismo de que eso era lo que necesitaba. Soltó un suspiro mientras entraba al local, directo al pequeño módulo de recepción. Proporcionó su nombre y otros datos básico personales al encargado y cuando terminó fue mandado a una pequeña sala de entrenamiento.

Sería una sesión privada, uno a uno con el entrenador. Faltaban todavía cinco minutos para que la clase diera comienzo aunque el cuarto se encontraba vacío. Se dirigió hacia uno de los muros y se recargó en él. Llevaba solo ropa deportiva pues no iba realmente "preparado" para el entrenamiento ya que no sabía con exactitud qué requería. Dejó su mochila en el piso y se recargó sobre el muro, a la espera de que apareciera el entrenador.

Maksim siempre estuvo muy dispuesto a cualquier oportunidad de trabajo, especialmente desde que se mudo a este lado del mundo, la gente era tan diferente a la gente que estaba acostumbrada a tratar en Rusia. Daba sus clases normales desde la tres de la tarde hasta las siete de la noche, cada clase era de diferente rango, para niños, jóvenes y adultos, todas con sus horarios respectivos y las clases eran de Lunes a Viernes, los fines de semana eran para él y para aquellos que querían clases privadas, aunque también había algunos casos en los que las clases privadas se daban a otra hora debido a la comodidad del cliente, si, Maksim es bastante complaciente con esta gente y muy disponible.

Ya había quedado con un señor de darle clases de defensa personal a su hijo, incluso le explico por que lo inscribía pero le pidió ser discreto, supuso que era un tema delicado o lo que fuera, de todos modos para eso son las clases, para evitar que pase eso de nuevo, no necesariamente tenia que haberle pasado, las clases eran para aquellas personas que no quieren pasar por un asalto o incluso una violación.

Maksim termino su clase de las seis, que termino a las siete con cinco, su clase privada seria en unos veinte minutos más o menos. El ruso fue a la parte trasera donde tenia un lugar donde ''vivia'' con una cocineta, mesa, una cama muy chica pero cómoda, un armario, unos muebles que adornaran bien el lugar aunque no fuera la gran cosa, él podía vivir sin lujos, le era bastante cómodo también de esa manera, y claro, un baño con ducha integrada. Antes de su clase privada mojo su cara y se recostó un rato, pensando en cosas sin importancia hasta que el reloj marco la hora indicada para la siguiente clase, ni presto atención a los ruidos de afuera.

Salio de su habitación para ir a la parte delantera del local donde estaba el muchacho - Buenas noches, tu debes ser Robert - tenia muy marcado su acento ruso. - Yo soy Maks, seré tu instructor de defensa personal. Vamos a empezar por unos ejercicios de calentamiento, solo sígueme - empezó por estirar sus extremidades para que él también hiciera lo mismo.