Come on Barbie, let's go party! — Pv. Clive

Fiesta. Tragos. Gente guapa. ¿Por qué no era raro que un muchacho como Tobbías estuviera en medio de todo aquello? ¡Ah, si! Porque el vivía para momentos como este. Regresar a su país y tener más de una fiesta lista para aprovecharla era lo mejor que le podía estar pasando. Aunque en este caso estaba el hecho de que lo invitaron como parte de su campaña para una marca de ropa interior que había modelado hacía un par de meses atrás. Ya ni creían que se podían acordar de él, pero no iba a ser ningún difícil. Dijeron fiesta y solo preguntó cuándo. Así de simple.

Llevaba allí desde pasado la hora de la cena, y aunque había comido algo previamente (porque todos saben que si vas a beber alcohol hasta que tus venas parezcan de ello y no de sangre había que tener comida en el estomago) de repente se le dio por probar uno de los aperitivos del lugar. Pero tras probar uno, hizo cara de asco. La verdad que no tenían tan buen sabor como esperaba. Así que con una copa en la mano, un grupo de monitos que le vivían adorando (y que conste que él mismo los buscó) lo seguían a todos lados.

La playa estaba iluminada no solo con varias luces colgantes alrededor de las mesas y una pisa sobre la arena, sino también por una que otra antorcha que marcaba un camino hasta donde las olas acariciaban la superficie arenosa. Tobbias por un segundo se quedó mirando el agua oscura, densa y bastante atrayente. Hasta que al girarse, por entre las cabezas lo vio. ¿Lo conocía? Personalmente no, aunque si la fama del hombre. Una sonrisa traviesa apareció en sus labios. Hasta que sus ojos se encontraron con los ajenos y desde la lejanía le coqueteó, divertido, incluso mordiéndose el labio inferior. Obviamente no quería interrupciones, así que despachó a su grupo y como quién no quiere la cosa, encaminó por la arena... como si fuera cualquier invitado al lugar que solo se distraía mirando y caminando en solitario.

Un truco.

Ya no era la primera vez que hacía ese movimiento.

Solo faltaba que la víctima de la noche se acercara y todo sería perfecto. ¿Quién decía que uno no podía divertirse en las playas de Malibú? Aún si esta era una privada y en una fiesta, claro.

Una nota, con una caligrafía exquisita y muy cuidada, fue lo único que el pelirrojo necesitó para acudir a aquella fiesta. Por lo visto, un tipo rico quería presumir de algunas campañas de ropa interior que había creado, pero había invitado a media comunidad homosexual conocida. Clive se hizo de rogar, pues se negaba a llegar el primero. No es que la fama se le hubiese subido a la cabeza; simplemente no quería ser el centro de anteción. Error. Cuando llegó, una hora más tarde de la hora de comienzo oficial, muchos se le acercaron. Unos le saludaban, otros le confesaban su admiración y algún otro se atrevía a colocarse junto a él y hacerse una foto con él. «¿Y todo por qué?», se preguntaba el pelirrojo entre sonrisas falsas.

Por fin consiguió hacerse paso hasta la mesa con bebidas, y se pidió un licor cualquiera. Necesitaba alcohol y no le importaba cuál. Por supuesto que le gustaba tener a gente que le adorase, pero llegaba a ser agobiante. Y luego, entre la marabunda de gente, en una situación mucho más calmada, algo llamó su atención. Ladeó el cuerpo, y unos metros más alante observó al causante de aquella sensación. Le miró fijamente, y alzó las cejas impresionado ante su coquetería nada discreta. Terminó por esbozar una ligera sonrisa, y haciéndose paso entre la gente, echó a caminar. Mantenía una distancia de seguridad, como si fuese un ladrón ideando su plan de ataque más que un hombre interesado por el joven.

Cuando el otro se detuvo, se colocó junto a él, con la vista fija en el horizonte. Le dio otro trago a su bebida y luego giró el rostro hacia el joven, relamiéndose ligeramente los labios. —Arriesgado y directo. Vaya, me alegra saber que la juventud no pierde el tiempo —comentó despreocupado. Sin darse cuenta, había caído en las garras de Tobbias.
Pero no le importaba en absoluto. Estaba harto de tantas formalidades en la fiesta, luego un encuentro como el que tanto Tobbias como él propiciaron le vendría más que bien. —Es muy descarado estar aquí cuando en parte la fiesta es por usted, ¿lo sabía? Oh, sí, me he fijado en las pantallas de dentro de la casa. El tipo no deja de proyectar el making off de sus sesiones.
La sonrisa que ahora invadió su rostro era pura picardía, un atisbo de cuánto le gustaba jugar, ya fuese con palabras o con actos. ¿Qué ser humano no se fijaría en una pantalla de televisión inmensa que emitía imágenes de alguien como Tobbias?

Tobbías podía pecar de muchas cosas, y varias no aptas para menores, de hecho, pero de colegial ingenuo jamás. Así que alejarse no era un sinónimo de nerviosismo, sino claramente de buscar un lugar apartado y "solitario" en medio de toda aquella fiesta. No por el hecho de que no le gustara ser el centro de atención, porque claramente eso era lo que buscaba; sino simplemente porque incluso él sabe cuando quiere estar a solas con alguien más. Ahí es donde entra Clive. Un actor, un gran actor porno. So sonrisa se ladeó, tarviesamente en su rostro, cuando la presencia ajena lo siguió y se detuvo a su lado. Estaban a más de diez metros de la fiesta misma, pero aún así el ruido de esta se hacía escuchar. Pero por ahora no se movió de aquel lugar. Un paso a la vez. Siempre era lo mismo.

—A algunos no nos gusta entretenernos con banalidades. —Comentó, bebiendo un sorbo pequeño de su copa, para cuando se alejó se relamió sus labios, de forma tentador y a propósito. —Y a mi me gusta saber que los hombres como usted no pierden el tiempo tampoco. —En ese momento giró su rostro, para enfrentar el del otro y dedicarle un guiño cómplice.

Su mirada recorrió la figura del hombre. Sus vídeos le predecía, eso era seguro, pero había que estar en su presencia para apreciar ese sex appeal que tenía, algo atrapante que no sabías si era su mirada traviesa o la sonrisa ladeada que tenía. Daba igual. Tobbías era un hombre que sabía lo que quería y como conseguirlo. No llegó a donde estaba siendo una inocente paloma que no supiera de que iba el mundo. AL final una sonrisa, pícara, se asentó en su rostro cuando le miró. Como quién no quiere la cosa, jugó con el botón superior de la camisa del hombre, pretendiendo que lo estaba acomodando aunque solo era otra táctica disfrazada de ingenua inocencia, esa que claramente no tenía.

—Me parece más divertido estar aquí, disfrutando la compañía. Aunque ¿prefiere el original o la fotografía? Porque dependiendo lo que quiera, lo que puede conseguir... ¿no le parece? Además ¿no le gustaría un paseo por la playa, en esta madrugada... conmigo? La fiesta podrá seguir sin mi... tiene demasiadas fotos mías como pata notar mi ausencia.— Puntualizó al final, mordiéndose el labio inferior, al tiempo que se separaba del hombre y le miraba a los ojos. Aguardó unos instantes y lentamente comenzó a caminar hacia atrás, alejándose aún más de la fiesta. —El tren pasa una sola vez. Algunos no lo desaprovecharían... —Le comentó, divertido, con aire travieso, sonriendo de esa forma tan pícara como él solo sabía hacerlo.

La vista del mayor bajó lentamente por el cuerpo del otro. Intuía un buen cuerpo bajo la ropa. No el buen cuerpo que había visto en los vídeos y fotos de dentro, algo retocados, sino un buen cuerpo de verdad. Un cuerpo apetecible. —Creo que sólo un necio preferiría la fotografía. ¿Me ve cara de necio? —preguntó, con su voz intuyendo ya un ligero tono juguetón—. En cuanto a lo otro...

Se calló, observando cómo el otro se alejaba lentamente y se iba oscureciendo al abandonar la zona iluminada de la playa. Esa leve oscuridad que de repente le cubrió le hizo aún más atractivo. Se relamió los labios, inconscientemente, y dio un paso hacia adelante. Luego otro. Y así con la misma lentitud con la que los daba Tobbias. ¿Hacía cuánto que no tenía sexo porque él quería y no porque lo dijese un contrato? Más de un mes, por lo menos.

—Me encanta ver en usted esa vena rebelde que tanto abunda en los jóvenes hoy en día. Espero que, al menos, sea una rebeldía que le diferencie de los demás; si no, esto no habrá merecido la pena —esbozó una pequeña sonrisa, ladeada, mientras una de sus cejas se alzaba. Sus ojos se habían acostumbrado a esa tenue oscuridad, y podía diferenciar a la perfección al menor—. Pero antes, dígame su nombre. Como comprenderá, no me fijé ahí dentro porque había algo más importante adonde mirar.

Se refería, evidentemente, a su cuerpo.
¿Estaban yendo demasiado rápido? Apenas se conocían, al menos personalmente; sí, uno sabía que el otro era modelo y el otro sabía que uno era actor porno, pero más allá de eso, nada. Tampoco quería saber toda la vida de Tobbias, desde que nació, pero sí pequeños detalles que hiciesen la velada más, cuanto menos, interesante. O al menos, distinta del resto de veladas de tal índole.

Aquel juego le estaba gustando, no iba a mentir. Si bien Tobbías necesitaba saber que atrapaba las presas y las seducía, eso se volvía aburrido cuando se fijaba en hombres que caían como moscas a la miel. Pero en el caso de Clive, era diferente, todo era distinto. Sabía jugar aquel juego, sabía llevarle el ritmo y eso le atraía aún más. Quizás por eso aquel juego del gato y el ratón – sin saber quién era quién – era algo más excitante de lo que se hubiera imaginado. Vamos, que más de un homosexual fantaseaba con hacerlo con un actor porno, en su caso, no era la excepción; solo esperaba que aquel hombre que había seleccionado fuera lo que esperaba... e incluso más.

Se fue alejando de la fiesta, del ruido, hasta que lo único que les quedaba era el sonido del agua rompiendo las costas. Un sonido bastante tranquilizador. La luna llena, junto a las estrellas, permitían una claridad pero al mismo tiempo un juego de sombras que los cubría como un buen amigo que deseaba mantenerlos alejados de las vistas indeseables. No supo cuánto fue lo que caminó, evitando al hombre, riendo y sonriéndole pícaramente. Solo se detuvo, quizás  a como doscientos metros, cuando sus pasos lo condujeron a la garita de los salvavidas que se encontraba a dichas horas ya desierta. Obviamente nadie en su sano juicio se metería en la playa a dichas horas. Sobre su espalda, a una distancia que poco le importó, los ruidos de autos se sumaban al de las olas.

—Me llamo Tobbías Gardner. Pero tú puedes llamarme como quieras hoy. —Le sonrió, divertido, al apoyarse contra uno de los costados de dicha construcción. Ofrecía un buen refugio de miradas indiscretas. —Y para responder esa pregunta que le hice esperar... solo puedo decir que ¿no quiere averiguar usted mismo que tipo de rebeldía tengo? —Le sonrió travieso, entre oculto por las sombras de la construcción. Estiró la mano para atrapar al hombre una vez estuviera cerca, lo pegó a su cuerpo y le susrró al oído. —Aunque no crea que será sencillo. —Le mordió el lóbulo de la oreja y con un leve empujón le alejó.

Agilmente se trepó a la rampa y se apoyó en la baranda superior una vez subió. Le guiñó un ojo y le hizo un gesto con la mano como diciendo “Si cree que puede atraparme, hágalo” y se mordió el labio inferior provocador. Era divertido entre mezclar niñerías con contenido sexual, no podía negarlo, era uno de sus juegos más divertidos.

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La garita: Link.

Su rostro apenas cambiaba, pero cuando lo hacía, en este por ahora breve encuentro con Tobbias, lo hacía con un aire pícaro y juguetón que ni siquiera en sus mejores actuaciones, fuesen pornográficas o no, conseguía. Eran una picardía y una juguetonería naturales que el modelo, sólo con sus palabras, le arrancaba. ¿Qué conseguiría si le tocaba?

Como si le hubiese leído la mente, tras aquel juego de caminar ambos a la vez para así nunca encontrarse, Tobbias le cogió y pegó ambos cuerpos. Su vello se erizó, y soltó un ligero jadeo al sentir el mordisco. Un millar de cosquilleos recorrió su cuerpo, y un escalofrío de placer le atacó. Cerró los ojos y respiró lentamente para calmarse. No podía permitirse el actuar tan rápido. Tenía que ir despacio, pues sería más placentero y disfrutable para ambos.
Fue entonces cuando le devolvió el guiño, antes de imitar sus movimientos. Subió por la rampa y, una vez encima de la pequeña plataforma, se posicionó tras Tobbias.

—Tobbias será, al menos por ahora. Y me gusta lo difícil; lo sencillo termina aburriendo. No se mueva —susurró, dando un paso hacia delante para acortar del todo la distancia entre ambos. Su pecho quedó contra la espalda del menor. Olió ligeramente la colonia que llevaba antes de plasmar un beso en su cuello; un beso simple, suave, seguido de un pequeño mordisco. Tuvo que ser muy fuerte para resistir la tentación de succionar y dejarle así una marca en la piel—. Supongo que ya sabe mi nombre, ¿verdad? Sea sincero. No creo que fuese coqueto conmigo por un azar del destino, ¿hm?

No era por ser egocéntrico, pero algo le decía que Tobbias le conocía y por eso le había atraído de aquella forma. Separó el rostro de su cuello y tras acariciar con ambas manos sus costados, dio varios pasos hacia atrás, hasta toparse con la pared exterior de la garita. Cruzó los brazos y esbozó una chulesca sonrisa, en espera de su respuesta o su reacción.

Juegos... provocaciones... sensualidad. Tobbías podía decir, sin sonar irónico, que había dado con una persona que curiosamente sabía llevarle el ritmo, y eso no se daba con tanta frecuencia a decir verdad. No iba a negar que le gusta esa sensación de cosquilleo, la que le recorría el cuerpo, cuando el hombre sonreía. Era algo que pocas veces había sentido, porque cuando parece que tu vida se dedica a seducir son pocas las sorpresas que uno puede llevarse. Esta una de ellas. Además estaba ansioso, aunque claro lo disimulaba porque ¿que gracia tenía ser obvio desde el principio? Ninguna, y él mejor que nadie para saberlo.

No iba a negar que a la situación se le sumaba el morbo del lugar, de donde se encontraban y de lo prohibido de aquello. Era un plus en todo lo que se estaba dando, uno que simplemente no podía ignorarlo. Y alguien como Tobbías no se caracterizaba por no saber aprovechar oportunidades como aquellas. Si hasta se erizó, cuando la voz del hombre se escuchó detrás suyo. Cuando su cuerpo sintió la presencia ajena contra su espalda contuvo el aliento. Incluso tragó con dificultad cuando sintió como le mordía el cuello, tanto que estuvo a punto de pedir que volviera a hacerlo. Sí, aquel hombre sabía provocar tan bien como él. Sería mucho más excitante todo, sí, lo sabía.

Un placer le recorrió el cuerpo, al punto que por un segundo peligró temblar sus piernas, cuando las manos ajenas le tomaron del costado. Una sonrisa ladina, traviesa se asentó en su rostro. La diversión y el juego era dos cosas que más le gustaba a Tobbías; no había nada más desmostivante que tratar de seducir a un hombre que simplemente caía sin siquiera dar un poco de diversión... aunque mentiría si negaba que aburrido o no, él hubiera llegado al sexo.

—Pues... ¿me ve cara de necio? —Imitó las palabras del hombre, sonriendo ladino. —Sé quién, su nombre, y sus medidas. —Sonrió travieso y dio un paso en su dirección mientras se mordía el labio inferior provocador. —Pero no es su fama lo que me atrajo, de hecho. —Comenzó a decir, como quién no quiere la cosa, mientras se acercaba al hombre y se apoyaba contra este, poniendo ambas manos alrededor de su cuello. —Sino su mirada. —Le susurró, rozando sus labios con los ajenos al estar cerca. —Tiene esa mirada de “haré contigo como quieras, aunque lo niegues, porque se que lo deseas” que solo he visto en una persona: yo. —Sonrió de lado, relamiéndose el labio inferior lentamente mirándole a los ojos.

Y sin contenerse las ganas, le robó un beso. Bueno, beso... mejor dicho le mordió el labio inferior al hombre atrapándolo entre sus dientes y estirándolo traviesamente, para terminar riendo pícaro por lo bajo. Luego de eso, se separó un poco, pero lo atrapó de la ropa, pegando su cuerpo y rodando contra la pared, quedando ahora Tobbías con su espalda contra la garita y sus manos aferrando al otro. Su mirada fija en la ajena y su respiración entrecortada.

—Pero dígame, Clive... —susurró su nombre sensualmente, sin romper el contacto visual. —¿qué tan travieso será esta noche? —Preguntó, manteniendo esa expresión de travieso que solo alguien como Tobbías podía usar en un momento así.

Sus medidas. Eso tuvo gracia. Desconocía si MenDesire publicaba tales cosas en su página web, pero había algo que Clive dejó muy claro en su contrato: nada de sesiones fotográficas explícitas. Nada de fotografías retocadas hasta el máximo exponente en las que sólo su entrepierna activa fuese el centro de la fotografía. No, eso le parecía banal y de mal gusto, así que su contrato sólo incluía vídeos. Tuvo suerte; la compañía sabía a quién estaban contratando, luego no se impusieron sobre Clive. Soltó una ligera carcajada con la declaración del otro, y sus ojos centellearon de pasión cuando dijo que él era esa otra persona.

Cuando abrió los labios para responder, se encontró con la boca de Tobbias pegándose a la suya... para agarrar su labio inferior. No pudo evitar alzas las manos y posarlas en los costados del modelo mientras soltaba un gruñido, un sonido que cualquiera relacionaría con un animal en celo. En efecto, fue un acto-reflejo bastante primitivo de puro placer. Y como si los dientes de Tobbias le hubiesen inyectado anestesiante, se dejó hacer, viéndose entonces acorralando al menor contra la pared.

Colocó las manos junto a su cabeza, con apenas centímetros separando ambos cuerpos, para que no escapase. Aunque, por otra parte, sabía que no lo haría. —Mi mirada... entiendo... pues esta noche, será lo último que te llame la atención de mí —susurró, en parte en una amenaza en tono bromista, en parte para provocarle—. Y no voy a ser travieso, voy a ser fiel a mis principios. El problema está en que no sabe cuáles son mis principios, ¿verdad, Tobbias? Oh, aun así, algo me dice que aprenderá rápido...

Acarició una de sus mejillas; le encantaba su rostro. Era una mezcla de inocencia y picardía que, para que engañarse, le atraía. Sus dedos recorrieron su suave mejilla y el pulgar terminó acariciando sus labios. Luego, con cuidado y lentitud, le bajó un poco el labio inferior y cuando los separó, introdujo el dedo en su boca, hasta un poco más allá de la falange. Rozó su lengua durante unos segundos con la yema de su dedo, tan rudo y áspero como sus manos, y al sacarlo rozó sus dientes. Tras un segundo de pequeña duda, se llevó el mismo dedo a la boca. En parte se lo estaba limpiando, en parte saboreando la saliva del otro. —Y créame, aunque no le gusten mis principios, no voy a detenerme en su ejecución. Si aprende eso en primer lugar, los disfrutará.

De repente se vio acorralado. Arrinconado contra la pared, y mentiría si dijera que no fue a propósito. ¿Por algo se había puesto en esa posición, cierto? Tobbías era de los que no daba puntada sin hilo. Nada de lo que hacía era al azar, todo lo calculaba y lo pensaba momentos antes. Así funcionaba la mente del chico, pretendiendo hacer creer a los otros que eran sus decisiones aunque en el fondo era él mismo quién decidía y manipulaba a otros a su gusto. También era una especie de prueba en secreto. Quería ver si tenía iniciativa, si sabía en el fondo que era lo que quería y estaba buscando.

Y lo supo al instante. Sí había dado con un hombre, hecho y derecho.

Su mirada buscó la ajena cuando se vio apresado contra la pared. Su pecho subía y bajaba lentamente en lo que su respiración se hacía lenta y profunda... pesada. Se mordió al labio inferior y disfruto del placer que le daba verse acorralado de aquella forma. De la excitación que le producía aquel hombre , más cuando trataba de imponerse de aquella manera. —¿En que me fijaré según usted entonces? —Le preguntó travieso, con aire juguetón, al tiempo que le acariciaba su mejilla. Se sitió muy bien, no era tonto como para negarlo. Incluso un leve jadeo se le escapó de los labios sin poder contenerlo. —Pues... siempre me gusta aprender cosas nuevas. Además, me intrigan sus principios, si soy sincero. —Reconoció, en un susurro mientras mantenía la vista en el hombre, admirando la belleza de su rostro y tentado a robarle otro beso... aunque se contuvo.

Luego de aquello con su dedo, Tobbías quedó excitado. Se notó por la forma en que sus fosas nasales se dilataron y como trataba de inspirar aire con mayor frecuencia. No solo era lo que hizo, sino lo que dijo y como lo hizo. Sus palabras eran como una promesa a disfrutar como jamás antes había hecho. Pero claro, Tobbías tampoco era uno de esos que se quedaban allí esperando que otros hicieran de todo, no era muy su estilo. Sin moverse de allí, lo atrapó por la cintura y pegó sus cuerpos, aferrándolo en un abrazo firme. Le sonrió de lado y acotó. —Oh, créame, nací para disfrutar. —Le miró retadoramente, manteniendo ese brillo lujurioso en los ojos. —Usted tiene sus principios... pero yo soy un chico travieso, es una combinación explosiva ¿sabe? —Y dicho eso, le tomó de la nuca y fundió su boca en un beso. Pretendió ser un beso... pero en el momento de la ejecución se tornó mucho más pasional, con un toque salvaje. Al final cuando se separó le lamió los labios en un movimiento rápido y le hizo un amague de querer morderle, para reír pícaro. —Y me encanta divertirme. —puntualizó, estirando seductoramente la palabra "encanta", a propósito.

No pudo evitar sentir algo de satisfacción ante la reacción de Tobbias. O era un grandísimo actor o había conseguido excitarle, aunque fuese un poco. Asintió con la cabeza ante su pregunta, que no fue más que una afirmación a su anterior frase. Una combinación explosiva, una combinación cuya única solución sería el placer, un placer indescriptible con palabras. Sus cuerpos estaban pegados, aunque Clive desearía sentir piel contra piel en lugar de tela contra tela; recibió el beso con un ligero inclinamiento de cabeza para adaptarse a él. Siguió su ritmo, continuó la pasión que Tobbias puso en el acto, jadeando al sentir aquel lametón.

—¿Cree que me dice algo nuevo? Si no le gustase la diversión tanto como le gusta, no estaría siguiendo el juego que usted mismo comenzó —susurró, bajando el rostro hacia su cuello para darle varios besos en él. Subió lentamente hasta su oreja, mordiendo con levedad el lóbulo—. Estamos yendo muy rápido, ¿no cree? Es mejor ir poco a poco... saboreando todo lo que se pueda...
Todo lo decía susurrando, con una voz considerablemente grave. Más de una vez le habían pregutando si la ponía así aposta. Lo cierto era que no, que cuando susurraba su voz era bastante grave.

Rehizo el camino de besos, sólo que en sentido contrario, de la oreja al cuello, para luego buscar sus labios. Los saboreó, con más lentitud pero con la misma pasión que antes. Poco a poco comenzó a retroceder, para separar al menor de la pared. Una vez en medio de aquella pequeña plataforma de la garita, su lengua se introdujo en su boca. Su respiración se aumentó por culpa de la excitación, pero continuó el beso al ver que el otro se unía a su juego de lenguas.
Y sin más, cortó el beso. Casi parecía que el otro había hecho algo que le había disgustado. Pero no, tenía algo más en la manga. Le soltó y tras cortar el abrazo dio un paso hacia atrás. Había poca distancia entre ambos, la justa para poder moverse. El silencio del lugar únicamente era interrumpido por las olas, pues los coches a esa hora habían dejado de pasar tanto por la carretera. Así, su susurro se escuchó como si estuviesen en una habitación vacía los dos solos: —Quítese la camisa. Despacio; no tenemos prisa.