You Should've Known Better [Jeremy R.]

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Llevaba un tiempo trabajando en mi última víctima, el muchachito escogido era un rompecabezas. No estaba siendo fácil arrastrarlo a mi lado, pero sin dudas un reto era lo que más me gustaba. Cuando los desafíos eran fáciles me aburría rápidamente. Al menos ya había avanzado bastante. Fumar, tomar, incluso ingerir marihuana era todo un progreso que Jeremy jamás hubiera logrado por su cuenta en tan solo unos pocos meses.

Aquella noche sin embargo iba a dar el primer paso en otra dirección. Si quería arrastrarlo a la compañía era hora de que empezara a convencerle de liberarse sexualmente. Claro que no iba a ir directamente a sexo grupal o una lluvia dorada, no era un idiota para hacer algo así. Mi plan era, como hasta ahora, ir a lo sutil, y sobre todo a lo emocional. Quizá si le demostraba que tenía un deseo sincero por él (justo lo que no tenía exactamente) podría lograr hacer algo aquella noche.

Le había invitado a cenar y llegó a la hora justa, tal y como esperaba. Siempre puntual, era sin dudas un chico demasiado bueno, educado y en suma, "perfecto". Destruirlo estaba siendo una delicia, y cada pequeño paso se sentía como una gran victoria en el camino. -Buenas noches, Jer...- le saludé tras abrir la puerta, invitándole a pasar. Con mi mano sobre su hombro y tras besar su mejilla le guié al sofá. En la mesita de café frente a este ya estaban listas dos botellas de cerveza fría y una pizza con bastante muzzarella. -La pedí justo como te gusta- le guiñé el ojo y me senté a su lado, encendiendo la televisión. -¿Qué tal tu día?- pregunté con más interés del que alguien podría imaginarse.

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Era agradable el tipo de compañía que Alberto me daba. Convivir con él era sin duda alguna experimentar constantemente un nuevo aspecto de la vida. A veces me sentía mal por estar haciendo tales cosas, pero en otras ocasiones... me arrepentía de no haberlo hecho antes. Pasar los últimos años con mi rostro entre las páginas de libros te quitaba una parte importante de la vida. Al menos ahora con Alberto eso iba cambiando, tenía que esforzarme un poco más cada noche para alcanzar a terminar mis deberes y responsabilidades con la escuela, pues ahora hablar con él y salir a alguna fiesta me quitaba unas horas valiosas de mi día.

En un momento como este, mi corazón palpitaba con desenfreno, parecía que me estuviera dando un ataque pero era consciente de que solamente era el nerviosismo por saber que este era un paso importante en mi relación con el hombre. Un par de años mayor, eso es cierto... pero, ¿No podía ser tan malo si mi hermano mayor estaba con una mujer de 40 años, verdad? (Aunque terminaron divorciándose, eso es cierto).

Había dejado la bata de lado y me había puesto una camisa manga larga de color purpura, unos pantalones de vestir, y unos zapatos, aunque prefería la comodidad de otro tipo de calzado. Incluso estuve veinte minutos frente al espejo usando gel para peinarme, después lo limpiaba con mis manos y volvía a intentar otro estilo, se notaba mi falta de experiencia.

A pesar de esto, estaba frente a la puerta justo a tiempo. Toqué en cuanto dieron las 9 15 de la noche. Alberto abrió, con ese porte masculino y el aroma que me volvía loco, aunque no quería admitirlo mucho. Sonreí en cuanto habló. -Buenas noches, Alberto. Te ves bien. -Admití, un poco sonrojado, tanto por decirlo y el beso que recibí en la mejilla. Pasé dentro del departamento, miré las cervezas y la pizza y asentí cuando comentó eso. Me senté en el sofá, poco después él se sentó junto a mi. -Bastante bien, adelante un trabajo parcial esta mañana... tuve una discusión con un compañero de equipo en la tarde... pero, pero... me relajó un cigarrillo, como dijiste. -Otra vez admití, pues la nicotina tenía efectos negativos serios en el cuerpo, pero ingerirla en menores cantidades no era tan peligroso, además me había liberado, al menos unas horas, de la tensión de la pelea. -¿Y el tuyo? ¿Todo bien en el trabajo? -Me había platicado que tenía un empleo aburrido y poco más, pero de todas formas era bueno preguntar.

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Fue verle entrar por la puerta y una sonrisa se dibujó en mi rostro. Quizá para él la sonrisa era de felicidad por verle, pero lo cierto es que mi sonrisa era una más perversa. Mientras observaba sus mejillas sonrosadas por la vergüenza de aquel beso de mi parte, no podía evitar notar lo bien que combinaba con el rojo de sus labios que sin dudas se verían muy bien rodeando una verga como lo hacían al rodear el pico de una botella de cerveza. Su aroma dulce y delicado ciertmente me había puesto un poco ya. -Gracias... tú luces mejor que de costumbre debo admitir. Me halaga que te vistieras tan bien para mí- reí un poco, actuando como si no notara la clara atracción que el chico tenía por mí, como si fuera simplemente una broma lo que decía.

Era obvio de todos modos que aquella noche era la noche. El cambio tenía que darse, el giro era inminente y cuanto antes nuestra relación se tornara más que simplemente amistosa más rápido empezaría a destruirle. -Te lo dije, la nicotina hace milagros. Tú tendrás más idea de las cuestiones técnicas de por qué, pero yo solo sé que es fumar uno y los problemas simplemente se desvanecen- reafirmé lo que él había corroborado. Y vaya que me gustaba cuando me topaba con él y le sentía el aroma a cigarrillo en la ropa, en la respiración o en su propia piel. Era confirmar una victoria, algo que acababa de suceder solo que ahora por las palabras que escuchaba y no por la dulce colonia casi infantil que llevaba puesta.

-Lo típico, otro día aburrido en la oficina...- hablé encongiéndome de hombros, sin revelar muchos detalles. Me gustaba que Jeremy no tuviera ni la más remota idea de cuál era mi trabajo pero que sobre todo no tuviera ni interés en saberlo. La revelación sería más gloriosa cuando llegara. -Pero mejor sigue hablando de ti, tú eres el interesante aquí- solté con una pequeña risa, golpeando su muslo derecho con la palma de mi mano, a la vez que tomaba un trozo de pizza para comer con la otra. Mi mano se mantuvo en su pierna sin más y acarició suavemente como si de un gesto inconsciente se tratara pues mis ojos estaban en los suyos al masticar. -Está muy buena- hablé de boca llena, antes de dar un último bocado y tomar la cerveza para darle un trago.

Un eructo escapó de mis labios de inmediato y no pude evitar reír. Mi mano permanecía aun sobre su muslo, y allí continuaba repartiendo unas suaves caricias. -Lo siento, está muy fría- terminé por decir, limpiándome la boca con el puño de la camisa nada más. Me gustaba mostrarle que podía ser todo lo desaliñado que quería conmigo. A fin de cuentas, iba a terminar pasando más tiempo con la ropa sucia o rota cuando no desnudo, con suerte en tan solo unos meses.

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La sonrisa solo continuó cuando dijo aquello sobre mi ropa. -No es tanto...me visto así para otras personas también. -Me encogí de hombros, aunque luego traté de pensar en una manera de arreglar mi comentario, si, siempre trataba de vestirme bien para las personas, pero si hacía ese tipo de comentarios parecería que me andaba ofreciendo a cualquiera... aunque dudaba que Alberto pensara eso de mi, diablos, dudaba que cualquier persona pensara que me andaba acostando con todos. -Si, me visto así para otras personas pero... digamos que ahora es especial. -Mordí mi labio ligeramente, remarcando el color rosado con mis dientes hasta que decidí que era suficiente.

Estar sentado junto a él, con el televisor en cualquier canal, el olor de la pizza y su mano tocando mi muslo... era simplemente demasiado. Todos mis sentidos se encontraban siendo estimulados y las palabras de Alberto, mezclada con esa sorpresiva agradable personalidad que tenía (a veces juzgaba demasiado por las apariencias, y al ver a Alberto pensé en un hombre violento, peligroso... el tipo de personas que tenía que evitar), comenzaron a llegarme con más fuerza. Fue leve pero me moví un par de centímetros hacia él, su mano ahora posicionándose mucho más cerca de las áreas más sensibles de mi cuerpo.

-No tienes que pedir disculpas, está bien, no me molesta. -Le dije, ahora con más libertad. Tomé la botella y le di un largo trago, Alberto me había recomendado que debía de beber con moderación pero vamos... la "cita" prácticamente me estaba obligando a beber un poco de valentía dentro que debía estar al fondo de la botella. -Fría pero rica. -Añadí, frunciendo el ceño como una mueca. Después de que la sonrisa desapareciera, la mano continuaba en mi muslo y mi mirada se concentraba en él. -Sabes... muchas personas... muchas personas podrían creer que por mi comportamiento y esa... inocencia que a veces desprendo... pues creen que no he hecho nada en mi vida, que soy un tonto inocentón. -Mordí mi labio otra vez, tampoco era un diablillo ni escondía secretos o fetiches extraños, pero mi primera vez ya había quedado detrás y no era un niño confuso acerca de los conceptos sexuales que estaba seguro terminaríamos practicando esta noche. -Pero creo que me conoces mejor que muchas personas, Alberto... y despues de este tiempo... pues no necesitar temer sobre el siguiente paso. -Y ahora yo creía ser valiente... si tan solo supiera.

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Era francamente divertido decirse y desdecirse para tratar de agradarme. Porque eso era lo que estaba haciendo. Era tan obvio que se esforzaba tanto por quedar bien conmigo que eso iba más allá de su dedicado y delicado aspecto. -Así que soy especial, eso me gusta...- relamí mis labios y le dediqué una sonrisa algo más picante de lo habitual. Lo cierto es que la mayor parte del tiempo hasta ahora había sido bastante "quedado" en lo que a indirectas o flirteo se trataba, todo para ganarme la confianza del muchachito, pero las cosas comenzaban a cambiar claramente. -Lo entiendo, descuida. Eres un chico que siempre anda impecable, detallista. Eso es una de las cosas que más me atraen... me agradan de ti- y era una forma sutil de seguir insinuándome.

El cambio de posición fue minúsculo, pero noté cómo el propio Jeremy se iba acercando a mí y mi mano siguió el único camino que podía seguir. Cada vez más cerca de su entrepierna, decidí redoblar las apuestas moviéndome más yo contra él, otro mínimo movimiento pero que había dejado mi pulgar a unos escasos centímetros de distancia de aquella zona tan sensible. De más estaba decir que las caricias continuaban. -Ya sabes, no quiero que alguien tan fino y educado como tú piense que soy solo un bruto- murmuré luego de que dijera que no había problema con mis eructos. Si tan solo hubiese sabido que me moría de ganas de soltar la peste a alcohol, salsa y queso directamente en sus fosas nasales.

Lo que me tomó por sorpresa más de lo que imaginaba fue que él diera "el primer paso" solito, sin necesidad de un empujón. A menos claro que se considerara mi mano al borde de agarrarle de la entrepierna y la extrema cercanía como un "empujón". Ciertamente me agradaba que tratara de justificarse, de que buscara demostrarme que no era simplemente un inocentón. Si él solo supiera que eso era lo que me había arrastrado tras él en primera instancia. Lo divertido era que terminaba remarcando lo vainilla que seguro era al hablar así. -Nunca he pensado que seas simplemente un chico inocentón, Jer... si lo creyera ciertamente no estaría así contigo ahora- y mi mano cruzó esa frontera comenzando a acariciar su entrepierna con descaro.

La distancia se acortó nuevamente pero ahora estaba con mis labios a milímetros de los suyos; mis ojos clavados cual dagas en los suyos. -No tengo miedo si tú no lo tienes. Y no te lo negaré, llevo un buen tiempo deseando hacer esto- y finalmente le besé, apasionado, brusco, derrochando más lujuria de la que debería. Podía culpar al alcohol, podía culpar a la situación en la que ya estaba. Si él también quería esto, ¿qué importaba? No iba a ser yo el que tuviera remordimientos a la mañana siguiente. Solo esperaba (francamente deseaba) que él no los tuviera tampoco. Finalmente, y con ayuda de mi brazo libre terminé sentándolo sobre mis piernas, sin dejar de acariciar aquel bulto que ya empezaba a formarse.